¿Puede el fracaso amoroso hacerte más sexy?
Te lo diré claro:
El amor siempre duele.
Lo único que tú decides es si va a doler como una enfermedad o como el gimnasio.
Porque eso es lo único que tú eliges. Si va a tratarse de un dolor productivo o improductivo. Como la tos.
En otras palabras:
¿Te rompen el corazón o te lo entrenan?
Quienes desconocen nuestra filosofía, pensarán que estas frasecitas no pasan de ser un ejercicio poético. Los kaizenekas más avanzados, sin embargo, sí entenderán que estamos aplicando el Filtro Ganador, una poderosa herramienta del NetKaizen que nos permite hackear a nuestro favor la interpretación que hacemos de una situación, en qué aspectos de ésta ponemos la atención y qué acción tomamos al respecto.
Y ojo con esto último: acción.
Porque usar el amor como entrenamiento es mucho más que un truco psicológico. Implica adoptar actitudes y comportamientos muy distintos a los de quienes se queden en la superficie de la frase.
Por ejemplo, no regalar tu poder DUELE. Vender caro tu producto DUELE. Comprar barato DUELE. Resistir el impulso de arrastrarte como un condenado gusiluz DUELE.
Pero es un dolor sano, de AGUJETAS EMOCIONALES, como el que experimentas después de una intensa sesión de entrenamiento. Cualquiera que se haya ejercitado empujado contra una resistencia lo entiende: el reto de vencerla te lleva a romper fibras musculares pero, cuando tu cuerpo se repare, las creará más eficientes y abundantes, haciéndote más fuerte.
Pues con tu MUSCULATURA EMOCIONAL pasa exactamente lo mismo. Regalar tu poder, venderte barato, dejarte llevar por el fomo que te genera alguien cuando su entorno le entroniza, preguntarte «qué hago» en vez de preguntarte «qué situación creo» para atraer a las personas que te atraen o reptar como una sabandija es lo fácil.
Es dejarse vencer por la gravedad, no empujar contra la resistencia. En definitiva, renunciar a la clase de dolor que te hace más fuerte.
Y eso, apreciado kaizeneka, tiene un precio.
Porque lo que los atrapaditos no entienden es que el dolor es inevitable. Pues, si no eliges activamente el dolor de crecer y superarte, antes o después experimentarás el dolor que acompaña a las consecuencias de no hacerlo.
Y ese es, precisamente, el otro dolor: el enfermizo.
Pasa siempre. Pues, la persona que alimenta la dependencia emocional; la que se acostumbra a entrar en una interacción o una relación enfocada en lo que recibe en lugar de en lo que da; aquella que, en vez de actuar como el camello que suministra la droga, elige el camino fácil de parecerse cada día más al yonqui que la consume, va a terminar sufriendo otro tipo de dolor mucho peor: el dolor de la debilidad.
Si conoces mi obra desde hace años, seguramente me hayas oído hablar del síndrome del astronauta emocional. La idea viene de los astronautas que pasaban mucho tiempo sin enfrentarse a la fuerza de la gravedad y volvían a la Tierra con la musculatura atrofiada.
Pues bien, cada vez que tú decides que el amor no te duela porque vas a hacer lo fácil, te vas pareciendo un poco más a ese astronauta que ha pasado años flotando en el espacio. Y sí, puede que hoy evites el dolor del esfuerzo que implica empujar contra las resistencias que constantemente te ofrecerá el juego del amor, pero a la larga te va a doler más y peor.
A fin de cuentas, renunciar a esa disciplina de jugar bien tus cartas es también renunciar también a tu atractivo. De forma gradual, pero inexorable. Es elegir el camino que te convierte en una persona que cada vez necesita más de los demás y tiene menos que ofrecerles.
Por eso, si el amor no te duele hoy como el gimnasio, mañana te dolerá como una enfermedad. Pues, cuando por fin estalle la burbuja de las mil gilipatrañas que te cuentas a ti mismo y te rompan el corazón en mil pedazos, te verás indefenso y sin recursos para recomponerlo.
Y, por favor, no te equivoques: contrariamente a lo que te inculca la programación para masas con su romanticismo ñoño y pastelón, el mercado del amor es un ámbito despiadado. Un entorno en el que, si no resultas competitivo, simplemente eres historia.
Así que… ¿qué clase de dolor eliges tú? ¿Te rompen el corazón o te lo entrenan?
Gracias Mario. Realmente es igual que el ejercicio físico, cuando palmamos perdemos tiempo precioso y cuando nos damos cuenta somos sedentarios que perdieron valiosas oportunidades de ser mejores
Hace poco me rompieron el corazon, estaba destrozada, intentaba aplicar el kaizen y sentia q solo me estaba engañando, en fin una tragedia, aunque ahora mismo lo agradezco por la fuerza q he ganado, el aprendizaje escondido aun no lo he encontrado pero estoy en el proceso.
Que me sigan entrenando para poder ser un mejor yo.
Excelente Mario, muy lindo este formato
Buenísimo el nuevo formado de coaching integral, excelente trabajo Mario un saludo.